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lunes, 11 de noviembre de 2013

Tic, tac.

¿Por qué seguir dándole cuerda a un reloj que ya se paró?

Y, como un niño ilusionado el día antes de Navidad, te acuestas esperando a que ese reloj te despierte con las campanadas que sabes que no dará. Pero las esperas y… no llegan. Lo que si llegan son los sueños, y su recuerdo parece que está más vivo que nunca. Y, aunque te prohíbes a ti mismo pasear por aquellos lugares en los que corres el riesgo de darte de bruces con él, no puedes evitar que él sí se pasee por tu cabeza.
Despiertas y, entre dolor y alivio, suspiras: no volverás a sentirte peor de lo que te sentiste anoche pero, ¿cuándo te sentirás bien por fin? Crees que te sientes con fuerzas, pero cuando besas otros labios a oscuras no hace falta ni que cierres los ojos para imaginarte que es él a quien besas.
Sientes el roce en tu cara, pero falta su bigote. Agarras su cabeza, pero te faltan rizos. No es él, pero… ¿quién eres tú?
Lloras, ríes, te quedas solo, llamas a alguien, sales de fiesta, te quedas viendo una película… Da igual lo que hagas, lo que cambie, porque una cosa siempre permanece igual: su recuerdo. Y el daño que te ha hecho, y tu conciencia gritándole a tu impulsividad que, quizás, así es mejor; que, tal vez, es lo que le conviene a los dos. Tratas de entenderlo, pero no lo consigues porque siempre vuelves atrás. El reloj ya no avanza.
¿…y si…? La realidad es que, aún cambiando lo que se pudo mejorar, la fecha de caducidad ya estaba establecida antes, siquiera, de fabricarse el producto. Y es algo que sabías pero, aún no sabiendo realmente quién eres en la actualidad, sabes que no hubieras querido ser del tipo de personas que se niegan a intentar algo por el simple miedo a fracasar. Eso siempre pesa mas.
Intentas convencerte de que llegará el día en que todo se haya acabado, en el que puedas mirar atrás y recordar las cosas con una sonrisa, en el que sepas que volver a oír hablar de él no te bloquee la mente. Pero ese día sigue sin llegar.
Y, ¿cómo va a llegar si el reloj al que miras está roto?
Pero, ¿cómo armarse de valor y ponerlo a andar de nuevo?


¿Cómo vivir sin él, pero con su recuerdo?