Powered By Blogger

Vistas de página en total

lunes, 7 de noviembre de 2011

Toc, toc.

Como ir dando golpes a la pared hasta que, de repente, tu mano, al entrar en contacto con la misma pared una vez más, suena distinto. Está hueco, hay un vacío; no hay nada. Así te sientes: vacío; así está tu corazón: hueco.
Y lo más gracioso es la cara de sorpresa que se te queda cuando te das cuenta. Te das cuenta de que parece que todo lo que tuviste que sentir lo sentiste ya por la persona equivocada y que, esa maldita experiencia, solo te sirvió para agotar tu ilusión, tu esperanza, tus ganas. No queda rastro de esa persona que solías ser, y se supone que el cambio es bueno, que crecemos, que maduramos, nos reinventamos... Tú has cambiado, sin embargo, estás, ahora, mucho más perdido que nunca. Ya no golpeas con la mano la pared, ahora vas dándote cabezazos contra ella, desesperado.
Agonizas, estás que te mueres porque todas esas emociones que pensabas que se escondían en algún recoveco de tu ser no terminan de manifestarse nunca. No importa lo bien que te traten, lo agusto que estés, las ganas que tenías de que aquello sucediera. Vives en base a emociones fugaces, aunque intensas. Quizás por eso sigues vivo, que no significa que vivas.
Todo se ha vuelto predecible, intuitivo, monótono, gris... aburrido. Has perdido las ganas hasta de valorar y dejarte asombrar por todo lo maravilloso que te rodea. No sientes curiosidad por nada, te crees que lo sabes todo aunque, en realidad, en lo más profundo de tu ser, sabes que estás más perdido que nunca en ese mar cuyo oleaje de preguntas no cesa... nunca.
Tu aparente complejidad como persona hace que conocer a alguien se vuelva algo difícil. Y la verdad es que nadie va a querer conocerte a no ser que tú te dejes conocer. Nadie quiere tener a un fantasma deambulando por su vida.
Y, al final, lo que realmente necesitas es alguien que esté dispuesto a golpearte a ti en busca de ese pequeño rincón con sustancia. Necesitas que encuentren la pequeña chispa que aún te mantiene vivo sin saber por qué.
Porque, ¿qué mejor que morir de un cabezazo al corazón? Sentir que la espera ha merecido la pena, que no estabas tan perdido como te crees que estás. Cualquier cosa es mejor que seguir dándote golpes contra la pared.
Acabarás volviéndote loco por la soledad cuando, bajo toda esa complejidad que construyes cada día y sin saber por qué, se esconde un fin mucho más predecible que todas esas emociones que, dices, carecen en ti... volverte loco de amor.
¿Acabará el amor volviéndose loco por ti?
¿Hay alguien ahí?